domingo, 31 de enero de 2016

Capitulo 31 "Caos central"

-Señor, esta sangrando.
El soldado Clive observo con sus azulados ojos abiertos como una hemorragia hacia acto de presencia en el cuerpo de Steranko.

-¡Oh, mierda! Sabia que esto pasaría.

El capitán se levanto la camiseta y observo una cicatriz circular en su estomago. El corte de lado a lado de la cintura.
Asustado el capitán se echa las manos a la cabeza mientras la herida sigue goteando.
-¡Joder, que chapuza!
La concurrida sala mira atónita a Steranko.
-Tranquilos, esto no es sangre.
 Steranko abre la cicatriz y les muestra un artefacto explosivo alojado en donde tenia su estomago.
Dicho elemento contiene dos tubos unidos a un reloj y un recipiente. El contador va llegando al final de la cuenta atrás y las probetas se van quedando sin liquido

Ante la mirada temerosa y curiosa de todos la mezcla llega a un estado critico. Explotando alcanzando a los presentes. La deflagracion no tiene piedad. La increíble intensidad del calor, sumada a la total ausencia de sistemas y equipos antincendios capaces de mitigarla, derretía todo lo que tocaba o lo consumía en cuestión de segundos. El fuego irrumpió en el centro convirtiéndolo rápidamente en un incinerador Solo quedó un simple cascarón negruzco y humeante.Solo se veían espesas cortinas de humo y lenguas de fuego saliendo de cada rincón. Era un espectáculo tan deslumbrante como aterrador.  La multitud llenaba hasta el último pasillo, escalera y ascensor, como termitas atacadas en su nido por un oso hormiguero. De repente ya no eran personas responsables y disciplinadas, sino una masa lamentable dominada por el miedo a la muerte. Había algunos que avanzaban a ciegas, sin saber adonde iban. Otros caminaban como aturdidos, apabullados por el caos. Los hombres decían palabrotas y las mujeres chillaban. El drama se estaba convirtiendo a marchas forzadas en una escena del Infierno de Dante. Todos se esforzaban por controlar el tumulto, pero era una batalla perdida.. Al soldado Clive se le quemaron los pulmones casi enseguida y se convirtió en una antorcha ambulante que, después de tambalearse unos pasos, cayó  envuelto en llamas y muerto antes del impacto contra el suelo. Igual que a otros muchos. Otros los mas afortunados fueron volatilizados en pequeñas partículas o despedazados en sangrantes miembros que fueron diseminados en un amplio radio.  El general voló varios metros, lanzado como un cometa, su cuerpo fue golpeado por varios elementos y quedo sin sentido, sangrando y con varios miembros rotos. Por increíble que parezca varios muebles y personas hicieron de pantalla que absorbieron el impacto y eso le salvo su maltrecha vida de una muerte cercana. Mientras el caos, la muerte y la destrucción florecían como flores en primavera varios niveles mas abajo la situación era algo distinta.

Dunphys es custodiado por tres soldados que en todo momento vigilan sus movimientos. Uno hace de avanzadilla y dos de ellos en la retaguardia para evitar sorpresas innecesarias. A pesar de todo existe cierto grado de relajación pensando que tienen todo controlado. Cuando lo inesperado sucede llegando casi a las celdas. Una tremenda sacudida sorprende al grupo que le hace tambalearse. El irlandés mas listo que nadie propina un empujón al guardia que le precede con tan mala fortuna que cae y se golpea la cabeza quedando sin sentido. Ante la situación el resto de la guardia intenta neutralizar la amenaza en un fútil intento. Dunphys arrolla a uno de ellos que tiene delante y ambos caen. El reo golpea con su cabeza en la nariz al militar una y otra vez hasta que su cara queda hecha en una masa de jirones carnosos y sangrantes. El ultimo hombre del grupo se abalanza sobre la amenaza. Coge su arma e intenta reducir al hombre con el arma atravesada delante para presionar su garganta y asfixiarle. El preso intenta por todos los medios zafarse pero es imposible. El aire empieza a faltarle y motas negras se van formando delante suyo. Empieza a sentirse muy, muy cansado. Las fuerzas le fallan y sus brazos están exhaustos. Cuando todo esta perdido oye un tiro y la presión desaparece. El peligro cae muerto como un fardo.

-Siempre metiéndote en líos, insaciable bebedor de Guiness.
El soldado muerto aparece delante de  Dunphys con una terrible sonrisa perdida entre jirones de carne colgantes. El aspecto es aterrador.

-Vaya creo que deberías cambiar de estilista. Ese te ha hecho una carnicería y no te favorece en nada.
-Si, creo que la próxima vez tu no harás mi cambio de imagen, bárbaro ignorante.

A pesar de los insultos ambos hombres están contentos de juntarse de nuevo.
-Cuando puedas cambia de cuerpo. Ese creo que destacara demasiado.
-No te preocupes de momento buscaremos una salida y luego volveremos con ese ruso barbudo.
-Espera antes quiero mirar una cosa. El general me comento que aquí tenían a mi complice. Y obviamente no eras tu.
-Si la verdad es extraño. Has picado mi curiosidad.
Ambos hombres bajan las escaleras y acceden al recinto de las celdas. Observan con sorpresa que allí parece que la explosión no ha afectado nada y esta todo intacto. Lo único diferente es que las puertas de las celdas están todas abiertas menos una. Alguna por la onda están medio abiertas y otras entornadas.

-Bien veamos quien es nuestro misterioso colega.
 Con paso decidido se acercan a la única celda cerrada y empiezan a manipular la puerta para abrirla. Una vez conseguido empiezan a golpear la puerta haciendo un montón de ruido. El olor a sudor y suciedad inunda el antro. Ambos sin entrar intentar atisbar en la oscuridad la identidad de su morador.

-¡Eh! Sal para que te veamos la cara. Soy tu colega hemos venido a rescatarte.
Esperaron unos segundos y a pesar de oír una respiracion agitada nada sucede.
-Amigo, soy alérgico a las celdas. No me obligues a que mi compañero entre a buscarte.-la voz de Dunphys es enérgica y autoritaria.

Tras unos segundos de espera un rostro vacilante va saliendo de la oscuridad.

Ambos hombres miran con cara de sorpresa al reo.
-¿Quien eres tu? No te conozco.-dice el irlandés esperando respuestas.
-Me llamo Anchoa, Jose Anchoa. Soy un profesor de química y me pillaron haciendo cristal para un importante narcotraficante. Ahora por mis conocimientos sobre ese cartel mi vida no vale nada. Dicen que si hago de soplón me darán protección de testigos y toda esa mierda.
-¿Y si no?
-Me pudriré eternamente.

Los dos hombres asienten con la cabeza compresivos.
-Estos malnacidos creen que todos los delincuentes son iguales. 
Ochoa mira el rostro de Ernest e intenta controlar un escalofrío.
-Lo suyo tiene muy mala pinta, amigo. No soy medico pero deberían mirarlo.
-No se preocupe en cuanta salga de aquí haré lo necesario.
-¿Quiere venir con nosotros?
-Oh, no se preocupen por mi antes tengo algo que hacer. Seguramente en un futuro volveremos a vernos.
-Lo dudo. Pero aun así que tenga suerte.
Ambos hombres se despiden con un adiós y vuelven por donde han venido para buscar una salida. Cuando  casi están a punto de desaparecer de su punto de vision el soldado de la cara destrozada cayo inerte al suelo mientras su acompañante siguio su camino sin pararse.

Ochoa espero
 un rato para asegurarse de que esta solo. Tras cerciorarse de que ya no hay peligro empieza a recorrer todas las celdas hasta que encuentra a Joshua acurrucado en el calabozo mas alejado de la entrada. Allí encuentra al policía acurrucado y escondido.
-Tenias razón con ese pájaro y su zombificado amigo.
-No hemos librado por un pelo. Pero, ¿Y ahora que?
-Bueno creo que el milagro que buscaba se ha cumplido. Oficialmente estamos muertos o desaparecidos y para Ernest y su colega también. Es hora de pasar a la acción.
-¿Como?
-Primero salgamos de aquí. Tengo un as en la manga.

Continuara...




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